Al mediador le urge una mediación
Nicanor Leyba :
Al presidente Leonel Fernández le ha salido muy bien hasta ahora su rol de líder regional, no de los que encabezan grupos de mandatarios con determinada tendencia para un lado o para el otro, pero sí como voz que propugna por temas de debate internacional y como ente de mediación y arbitraje.
Ha sabido formalizar las relaciones diplomáticas con Cuba, cuidar el amplio intercambio con Estados Unidos en tiempos de George W. Bush, Bill Clinton y Barack Obama y predicar contra el “capitalismo de casino”.
También ha disfrutado del alivio que para cualquier gobierno representan las condiciones blandas del financiamiento de petróleo venezolano, a través del geopolítico programa de Petrocaribe.
En su papel de mediador, logró una distensión en la crisis Sudamericana que enfrentó al colombiano Alvaro Uribe, al ecuatoriano Rafael Correa y al popular Hugo Chávez.
En esa ocasión, en una cumbre del Grupo de Río celebrada en República Dominicana, el entonces presidente hondureño, Manuel Zelaya, llamó a Santo Domingo “capital de la paz”.
El propio Zelaya tildó a Fernández como gestor del diálogo democrático cuando, habiendo pactado con el presidente electo Porfirio Lobo, se trajo al destituido mandatario desde la embajada brasileña en Tegucigalpa, donde permaneció varios meses acorralado por el régimen golpista de Roberto Micheletti.
Pero en esta ocasión, en la que a Fernández lo han encomendado para mediar en un episodio más de las rencillas entre Uribe y Chávez, es al gobernante dominicano a quien se le han complicado las relaciones con el líder de la “Revolución del Siglo XXI”.
La indisposición de Caracas con la mediación de Fernández es tal que ese gobierno no utilizó canales formales para darla a conocer, sino una fuente que habló en anonimato para la Agencia Francesa de Prensa (AFP).
Tanto se han resentido las relaciones que en enero Venezuela desistió de la compra del 49% de las acciones en la Refinería Dominicana de Petróleo y la forma de darlo a conocer también fue en una declaración a la prensa, así como quien no quiere la cosa.
Evidentemente, el mediador necesita ahora mediadores, no tanto para salvar su rol y reputación de árbitro de buena voluntad, como para cuidar de unos beneficios sustanciosos que deja al país y a su administración la buena relación con Venezuela.
Nicanor Leyba :
Al presidente Leonel Fernández le ha salido muy bien hasta ahora su rol de líder regional, no de los que encabezan grupos de mandatarios con determinada tendencia para un lado o para el otro, pero sí como voz que propugna por temas de debate internacional y como ente de mediación y arbitraje.
Ha sabido formalizar las relaciones diplomáticas con Cuba, cuidar el amplio intercambio con Estados Unidos en tiempos de George W. Bush, Bill Clinton y Barack Obama y predicar contra el “capitalismo de casino”.
También ha disfrutado del alivio que para cualquier gobierno representan las condiciones blandas del financiamiento de petróleo venezolano, a través del geopolítico programa de Petrocaribe.
En su papel de mediador, logró una distensión en la crisis Sudamericana que enfrentó al colombiano Alvaro Uribe, al ecuatoriano Rafael Correa y al popular Hugo Chávez.
En esa ocasión, en una cumbre del Grupo de Río celebrada en República Dominicana, el entonces presidente hondureño, Manuel Zelaya, llamó a Santo Domingo “capital de la paz”.
El propio Zelaya tildó a Fernández como gestor del diálogo democrático cuando, habiendo pactado con el presidente electo Porfirio Lobo, se trajo al destituido mandatario desde la embajada brasileña en Tegucigalpa, donde permaneció varios meses acorralado por el régimen golpista de Roberto Micheletti.
Pero en esta ocasión, en la que a Fernández lo han encomendado para mediar en un episodio más de las rencillas entre Uribe y Chávez, es al gobernante dominicano a quien se le han complicado las relaciones con el líder de la “Revolución del Siglo XXI”.
La indisposición de Caracas con la mediación de Fernández es tal que ese gobierno no utilizó canales formales para darla a conocer, sino una fuente que habló en anonimato para la Agencia Francesa de Prensa (AFP).
Tanto se han resentido las relaciones que en enero Venezuela desistió de la compra del 49% de las acciones en la Refinería Dominicana de Petróleo y la forma de darlo a conocer también fue en una declaración a la prensa, así como quien no quiere la cosa.
Evidentemente, el mediador necesita ahora mediadores, no tanto para salvar su rol y reputación de árbitro de buena voluntad, como para cuidar de unos beneficios sustanciosos que deja al país y a su administración la buena relación con Venezuela.